sábado, 7 de julio de 2007

CORONA

En mi mano el otoño devora sus hojas: somos amigos.
Extraemos el tiempo a las nueces y le enseñamos a caminar:
el tiempo regresa en la cáscara.

En el espejo es domingo,
en el sueño se duerme,
la boca dice la verdad.

Mi ojo desciende al sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos palabras oscuras,
nos amamos como se aman amapola y memoria,
nos dormimos como el vino en los cuencos,
como el mar en en la sangre que la luna refleja.

Nos mantenemos abrazados en la ventana, nos ven desde la calle:
tiempo es de que se sepa,
tiempo es de que la piedra pueda florecer,
de que en la inquietud palpite un corazón.
Tiempo es de que sea tiempo.
Es tiempo.

Paul Celan

ver también Fuga de muerte

viernes, 27 de abril de 2007

"Excluido" es el nombre de lo que no tiene nombre

EN SU ASPECTO más circunstancial , el nihilismo capitalista ha llegado al estadio de la inexistencia de todo mundo. Sí, hoy en día no hay mundo alguno, sólo hay situaciones singulares e inconexas. No hay mundo, simplemente porque la mayoría de los habitantes del planeta, ni siquiera recibe hoy el presente de un nombre, de un simple nombre. Cuando existía la sociedad de clases, la URSS, las guerras de liberación nacional, cualquier campesino de cualquier país podía recibir un nombre político, al igual que cualquier obrero de cualquier ciudad. No diremos que su situación material era mejor, ciertamente no lo era, ni que ese mundo era excelente. Pero su situación simbólica existía, y ese mundo era un mundo. En la actualidad, más allá de los grandes y pequeños burgueses de las ciudades imperiales, que se autoproclaman "la civilización", no hay más que excluidos anónimos. "Excluido" es el nombre de lo que no tiene nombre, así como "mercado" es el nombre de un mundo que no es un mundo. Alain Badiou

Universales, particulares, mundo real, percepción, la larga duración y la verdad eterna

Conforme iba leyendo, observando, analizando y escribiendo, he llegado a reconocer los temas recurrentes y subyacentes de mi itinerario intelectual, cuáles son para mí las cuestiones más difíciles de elucidar. Sobresalen cuatro: la primera es claramente el peso que debemos dar a los esfuerzos que nos permitimos para inventar universales frente a las pretensiones de valoraciones particulares en las que todos insistimos. Es fácil considerar las propias opiniones como expresiones de lo universal y las de los demás como otras tantas expresiones de múltiples particulares. Pero si el universalismo autocentrado es Escila, Caribdis es la diferencia autocentrada, la pretensión de que cualquier expresión social, cualquier argumento académico, cualquier percepción del mundo son igualmente válidos, útiles o virtuosos, y que no vale la pena hacer distinciones intelectuales o morales. Ambas posiciones niegan la posibilidad de analizar, apreciar y aproximarnos colectivamente a un mundo lo más racional y democrático posible.
El segundo problema recurrente es la relación entre el mundo real y las percepciones que tenemos de él. No es nada nuevo, y ha vuelto a aparecer con fuerza en los debates de las últimas décadas. Mi propia posición al respecto es muy clara. Existe un mundo real y es el objeto de nuestras observaciones académicas. De otro modo, ¿por qué molestarnos en escribir sobre él? En cualquier caso, todos vivimos en este mundo real día a día y somos muy conscientes de que debemos tenerlo en cuenta en todo lo que hacemos; de lo contrario, mereceríamos el calificativo de psicóticos. Por otra parte, me parece igualmente claro que percibimos este mundo real como con unas lentes, cuya geometría determina en gran medida lo que creemos ver. Me parece evidente que la realidad es algo construido socialmente, con tal de que recordemos que esa construcción es auténticamente social, es decir, colectiva y no individual.
Evidentemente, insistir a la vez en que existe un mundo real y en que sólo lo podemos ver a través de una especie de lentes sociales supone un dilema para el intelectual serio. Requiere una reflexión constante sobre cómo se distorsiona nuestra visión y sobre cómo podemos mejorar la calidad de nuestras percepciones. Pero cada reflexión está a su vez sujeta a la misma contradicción. Es este dilema el que me ha llevado a situar en el centro de mis análisis ciertas cuestiones epistemológicas.
[…]
El cuarto y último tema recurrente es la articulación en un mismo análisis de dos hechos: que el mundo tiene estructuras de larga duración y que está cambiando constantemente. Se trata por supuesto de un segundo problema epistemológico, al que he dedicado mucha atención desde un principio. La mayoría de nosotros suele hablar en términos de verdades más o menos intemporales o de descripciones de situaciones únicas. Pero ninguna situación puede ser descrita verdaderamente como única, ya que las palabras con las que la describimos son categorías que necesariamente suponen rasgos comunes con algún grupo más amplio y, por lo tanto, alguna estructura prolongada que parece ser estable. Al mismo tiempo, desde luego, ninguna verdad es eterna, porque el mundo cambia inexorable y continuamente. Así pues, debemos trabajar con estructuras/categorías temporalmente útiles que incluyen procesos por los que se transforman en otras estructuras/categorías. I. WALLERSTEIN

miércoles, 25 de abril de 2007

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